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por Comandante Antonio García
Cada hora se transfieren aproximadamente 30 millones de dólares estadounidenses desde los países del sur al 1% más rico en el norte global.
Cada año OXFAM genera un informe de cara a la cumbre de los más ricos, en Davos. Este año no fue la excepción.
Informe tras informe evidencia una línea de tiempo que da cuenta de cómo se ha logrado avanzar en la construcción de un sistema mundo a favor de los súper-ricos acentuando las desigualdades y en concreto la acumulación inmoral de riqueza.
Tres mil seiscientos millones de seres humanos viven hoy por debajo de umbral de pobreza, es decir, viven con menos de 6,86 dólares al día, en contracara los mil millonarios aumentaron su riqueza en casi 100 millones de dólares al día.
Ahora bien, esta riqueza acumulada ¿cómo se genera?
Los medios masivos, de propiedad de estas mismas élites, venden la idea de que estos mil millonarios se han ganado ese lugar con esfuerzo, mucho trabajo y disciplina, venden su imagen e historia como los nuevos “santos” del dios mercado.
Lo cierto es que las élites se han beneficiado profundamente del extractivismo en el sur global (minerales, agricultura industrial, maderas, etc.,) gracias a políticas que favorecen la explotación de recursos, acumulación y acaparamiento de tierras a costa del presente y futuro de las comunidades.
La adecuación de la infraestructura normativa, política de los Estados, sus normas e instituciones, debido a la captura de la democracia y ahora la captura del aparato Estado por parte de estas élites, se facilita e institucionaliza el tránsito de estos recursos hacia el norte global, enriqueciéndose aún más al controlar -ellos mismos- la cadena de suministros.
Entidades internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional están para facilitar esta lógica extractiva en todo el SUR global, así como también propiciar el tránsito ágil de estos recursos hacia las élites del norte global.
La pobreza extrema, la falta de acceso a oportunidades económicas, la extrema concentración de riqueza, dejan ver un patrón sistemático de acumulación de riqueza que se basa en estructuras de desigualdad profundamente arraigadas y en la explotación tanto económica, como social, perpetuadas a lo largo de la historia.
Condiciones de trabajo precarias, bajos salarios, acceso a servicios básicos privatizados, con altos costos, etc., todo un sistema que perpetúa la desigualdad, el empobrecimiento sostenido y una abierta injusticia.
El número de personas que viven en la pobreza y extrema pobreza apenas ha variado desde 1990.
¿Cómo ha sido posible?
Las estructuras de los Estados sostienen un legado colonial extractor, un sistema que favorece a élites y que facilita el saqueo de riqueza del sur al norte global.
El creciente poder en manos de empresas monopólicas, ha permitido el control de mercados bajo la lógica de verdaderas mafias, un orden criminal de facto. Así, estas empresas controlan mercados, fijan precios, condicionan las reglas laborales tanto como el sistema electoral, generando una abierta captura de la democracia.
Las estructuras fiscales globales y locales han impedido una tributación justa; la creciente financiarización de la economía ha promovido la privatización y ha generado un ambiente donde se priorizan los intereses de sectores de gran poder económico.
Estas poderosas élites económicas han logrado estructurar las instituciones y normas del Estado para favorecer sus intereses, el clientelismo se ha instaurado como un fenómeno ya “normalizado”, al igual que la corrupción ilegal pero también legal, como los lobbies políticos, financiación de campañas, entre otras maneras que tuercen el engranaje a favor propio.
Este sistema de injusticias se perpetúa, la concentración de riqueza devenida de la híper-explotación no se detiene, que ahora con gobiernos de corte fascista son una realidad «normalizada».
Urge un cambio de este sistema, romper este mal sostenido, este contexto de injusticias perpetuado que devienen de lógicas, dinámicas y relaciones coloniales de dominación y subordinación. Es esta una realidad insostenible, irracional, de abierta injusticia, es una realidad desesperanzadora.
Así las cosas una persona que nace en una familia empobrecida, en este contexto, podría salir de dicha situación, de darse las condiciones favorables, en 290 años.
Esta realidad ratifica sin lugar a dudas, el derecho y deber de los pueblos a la rebelión.