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por Oscar Ochoa
La valentía también es cuestión de estrategia: no basta con el ímpetu inmediato de la confrontación. La historia de los de abajo está llena de ejemplos con experiencias de organización paciente, cuidadosa y eficaz. Muchos de ellos han sido gente sencilla, sin más preparación que los valores heredados por sus mayores; otros casos, los menos pero acaso los más visibles, de profesores de extracto campesino y obrero con la determinación de enfrentar al enemigo histórico: el Estado capitalista.
La audacia es también preparación discreta y tenaz para el momento de la confrontación, una confrontación que implica el despliegue de recursos logísticos, políticos, sociales, culturales, económicos, estéticos y éticos contra un enemigo que no se detendrá para liquidar a los más débiles y desprotegidos; un enemigo que va a utilizar desde mentiras y noticias falsas hasta el aniquilamiento selectivo y las mascares abiertas para detener el avance de un pueblo concientizado y organizado.
En tiempos oscuros como los que estamos viviendo es necesario ser audaz y estratégico. Algunos historiadores observan ciertos paralelismos entre el Periodo Entre Guerras (1920-1930) cuando el fascismo se levantó con mayor fuerza gracias a las alianzas entre sectores empresariales, principalmente anglosajones, y movimientos políticos de ultraderecha como reacción ante el avance del comunismo. En aquel momento lo hicieron para mantener el orden económico imperante.
Ahora las élites del tecno feudalismo (Elon Musk, Jeff Bezos y compañía) se alían con los partidos neonazis y gobiernos de extrema derecha como el de Trump, sin inmutarse ante los medios, de los cuales son dueños. El fenómeno que ahora confrontan son las contradicciones del mismo capitalismo del cual ellos se benefician: migraciones masivas de desposeídos que en sus países de origen no encuentran una vida digna viajan hacia los países que se enriquecen despojo disfrazado de comercio; la macro criminalidad que invade los países industrializados con fentanilo también desplaza arsenales de última generación a los países empobrecidos.
Como ahora todo se vende y se compra, la información también es una mercancía de alto valor, y cual reedición de El Ciudadano Kane, las élites inventan la noticia con actos de catastrófica soberbia en la que los más débiles son parte de un experimento perverso de deshumanización: Recordemos a Palestina. La banalización del mal nace, como dijo Arendt, de aquellos que no pensaron y decidieron seguir órdenes.
¿Qué queda por hacer? Queda hacer y pensar la resistencia. Una resistencia creativa y humanizadora; queda hacer alianzas entre los de abajo. En los propios Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles se forma alianzas de organizaciones y colectivos de migrantes para enfrentar las posibles redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). En los países latinoamericanos los pueblos se organizan para defender el territorio, los bienes naturales y sus derechos ante el despojo mal llamado progreso. La resistencia, el combate y la victoria nacerá de nosotros como un solo pueblo: trabajador, audaz e inteligente.
La defensa de los pueblos contra el imperialismo
El gobierno de Donald Trump y su proyecto de «Volver Más Grande a América» (MAGA por sus siglas en inglés), es la acometida conjunta de un proyecto radical del neoliberalismo de las empresas billonarias del extractivismo, las armas y el tecno feudalismo de la comunicación y control digital. Su cascarón incluye en los discursos y en las acciones al conservadurismo de la derecha radical.
Esa fuerza en el interior de Estados Unidos supone una regresión racializada, clasista y supremacista que amenaza a inmigrantes, al sector afroamericano, a musulmanes, a trabajadores, a mujeres, niños, ancianos, discapacitados, a las personas LGBTQ+, a los que dependen del gobierno para su salud y bienestar, y al medio ambiente del que depende la vida en el planeta.
Hacia el exterior del país con Estado imperialista se afirma la política proteccionista que busca atraer la producción industrial y cibernética que se ha localizado fuera de los Estados Unidos, fortalecer el extractivismo del petróleo y gas y recuperar el mando «absoluto» sobre las vías de comunicación comercial y sobre el manejo monetario que rehabilite al dólar. Todo ello frente a los movimientos económicos de los bloques encabezados por China.
Para esto amenaza con acciones expansionistas que tienen su primer objetivo el dominio sobre los países del tratado económico de los países del subcontinente norteamericano, Canadá y México (el T-MEC), pero que abarca también el Canal de Panamá, la Amazonía y Groenlandia.
Tal expansionismo renegocia y configura sus acuerdos vía la OTAN con Europa para acordar con Rusia el destino de Ucrania y su guerra; en tanto para Palestina y el Medio Oriente reorganiza sus apoyos al genocida sionismo que gobierna Israel, así como el intento de separar a Turquía y la India de los acuerdos del bloque económico del BRICS. Su postura contraria a la vida humana en el planeta, se aplica al separarse de los acuerdos de París sobre el cambio climático con posturas negacionistas de crisis ambiental y de la ciencia que demuestra el colapso del planeta, a su vez se separa de la Organización Mundial de la Salud, OMS, y sus políticas de vacunación y atención a las enfermedades de la pobreza y la contaminación.
A este paquete gigante de maniobras, ya surgen resistencias en Estados Unidos de lo que llaman «autodefensa social» por parte de las organizaciones de derechos civiles, los grupos de migrantes, las mujeres, los movimientos de la diversidad sexual y genérica, así como algunos políticos y religiosos para oponerse al régimen autoritario y discriminador. En estados como Illinois, Washington, Nueva York y California, se han visto huelgas sociales, boicots a redes como X de Elton Musk, creación de defensorías de migrantes, apoyo a refugios y santuarios, y luchas de mujeres y jóvenes contra el trumpismo.
Se especula si ese actuar pueda sostenerse al cabo de los meses ante las medidas represivas con que reacciona el gobierno despótico de Donald Trump, pero también por el golpe mediático de las plataformas de comunicación y digitales que han elevado de forma extraordinaria sus ganancias en el primer mes del regreso de Trump al gobierno. No obstante los focos de resistencia pacífica y legal tendrán que definir si se da paso a la acción directa que ya se observa en las manifestaciones masivas y unitarias.
En los países afectados crecen las fuerzas de derecha radical que gobiernan en varios puntos del mundo o que forjan su baterías de corte fascista a favor de la racialización, el odio de clase y el desprecio a la diversidad. En tanto, entre los gobiernos progresistas predomina el discurso y las vacilaciones que les caracterizan. La supuesta defensa de la soberanía de sus países se tropieza con el cumplimiento de acciones que eviten las sanciones y el aumento del intervencionismo en la vida política migratoria, de seguridad, cultural que fortalecen a la oposición derechistas. Sólo en Cuba y Venezuela, en América Latina, así como en países del Medio Oriente, de Asia y de África se observa una fuerza de resistencia de gobiernos y pueblos. Claro que a costa de recibir los disparos de la geopolítica imperialista para aplastar esa defensa.
El trumpismo 2.0 no es una ruptura con lo sucedido durante la fase de globalización neoliberal en el último medio siglo, sino su pretendida culminación y punto final lógico, eliminando toda barrera a la acumulación desenfrenada de capital como expresión de la contrarrevolución neoliberal.
Quien gobierna ahora desenmascara a buena parte de sus mega-capitalistas y su ideología. Pero lo grave es que no es una fuerza sin hegemonía cultural sino que se asienta en el individualismo que odia al otro, que sueña en merecer ser «Más Grande» que otras personas y grupos y lograr el consumo insaciable de todo tipo de «goces» a cambio de su deshumanización. Ese consumo de bienes y servicios, de drogas, y sellos de prepotencia frente a los demás ya crea una capa que para negar su miedo, violenta a los demás.
En México, la dependencia económica se sobrepone a todo y limita la defensa gubernamental a suavizar el tránsito en esta etapa: «repatriar» le llama a la deportación masiva y violenta de migrantes, «coordinar sin subordinación» es compartir información y volver país en un territorio tapón, aunque simule humanitarismo. Veamos los gestos, declaraciones y acciones de mandos militares y los gabinetes de seguridad y migración, junto a los medios y capos empresariales «acuerdan» su dependencia y clientelismo del imperialismo estadounidense y sus poderes militares y geopolíticos.
Si en Estados Unidos florece la «autodefensa social» en condiciones por demás difíciles, ¿no será posible que la autodefensa popular, comunitaria con miles de comités de resistencia pueda ser construida desde abajo y sin ilusiones en acuerdos con el verdugo que desgobierna el modo imperialista de un sistema en crisis que llama a pensar y crear otra sociedad?
El estado actual de la lucha de clases en Estados Unidos*
Epohí: ¿Cómo ve usted el estado actual de la lucha de clases en Estados Unidos ante una personalidad tan amenazante como la de Trump? ¿Qué le da esperanza en este momento?
William Robinson: La lucha de clases se está intensificando y seguirá haciéndolo. Mientras que las clases dominantes están intensificando su lucha de clases desde arriba, la actividad huelguística, las protestas y las campañas de organización se han extendido entre los trabajadores tanto de los sectores antiguos como de los nuevos de la economía a medida que las condiciones sociales y económicas se deterioran. Esto ocurre junto con una rápida polarización política a medida que el centro se derrumba, con la insurgencia de extrema derecha neofascista y en este momento en control del Partido Republicano y de los tres poderes del gobierno. Trump no puede representar los intereses de los trabajadores y del capital y no tiene intención alguna de abandonar al capital.
Aparte de la extrema derecha organizada en organizaciones y milicias racistas y neofascistas como las que irrumpieron en el Capitolio el 6 de enero de 2021, Trump tiene una base de masas en un sector significativo de la clase trabajadora, especialmente, pero no exclusivamente, blanca. Estos trabajadores esperan que Trump mejore su situación económica. Esto no sucederá. Por el contrario, en la medida en que la agenda de Trump tenga éxito, la situación de los trabajadores se deteriorará aún más, y posiblemente muy rápidamente si hay una recesión. De hecho, predigo una recesión en el transcurso de este año o en el año que viene, si no algo mucho mayor, dada la crisis estructural. La coalición de Trump se desintegrará. La desilusión se instalará y, finalmente, su base de masas se desintegrará. Estas son las condiciones para que se desarrolle una alternativa popular de izquierda, pero también son condiciones bajo las cuales la tendencia fascista podría consolidarse en un fascismo abiertamente del siglo XXI.
Las clases dominantes temen levantamientos masivos y se han estado preparando para ellos. Es prácticamente inevitable que la fiesta del capital se derrumbe. Cuando eso ocurra, y cuando las protestas masivas se intensifiquen, se desatará aún más lo que he llamado el estado policial global. Pasaremos muy rápidamente a una escalada del conflicto social y político. Trump prometió durante toda su campaña tomar medidas enérgicas contra el disenso político. El salvajismo absoluto del capitalismo global tal como se exhibe ahora en todo el mundo volverá a casa para anidar dentro de los EE. UU.
Fragmento de la entrevista a William Robinson: «Trump no puede representar los intereses de los trabajadores y del capital al mismo tiempo». Periódico griego Epohi, publicada el 25 de enero de 2025.
«No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva…. Nuestro grito de guerra ha de ser siempre: ¡la revolución!«
Carlos Marx, Mensaje a la Liga de los Comunistas, 1850