por Daniel Pizarro
A su manera, diría yo, este hombre que se llama P trata de ser. Toma la correa para pasear con el perro, y todo lo que va observando en el camino cabe dentro del ámbito más descriptible de lo terrenal. Sin embargo, se dice que por encima de aquello debe encontrarse lo indescriptible, y que una verdadera imagen del mundo debería alcanzar esa dimensión más allá de los sentidos; no otro mundo, sino este mismo visto o recompuesto a la luz de lo indescriptible.
El perro lo pasea a su antojo; su imagen del mundo es olfativa. P piensa en sus persistentes dolores de espalda, en las imágenes de la resonancia magnética donde apareció una hernia lumbar que sigue siendo parte de lo descriptible, aunque por otros medios. El médico le ofreció un tratamiento de tres millones de pesos. ¿Cómo describir la sonrisa del médico? Quizás como una máscara que cubre lo indescriptible que gobierna sobre aquello que sí se puede describir.
Por las calles del barrio P va pensando si hacerse o no hacerse el tratamiento indicado. Porque una sonrisa como la del médico no permite escrutar sus intenciones. Porque el mundo no es transparente.
P y su perro recorren las calles con un propósito que a P se le escapa, pero que para el perro al parecer es transparente. Hacia el fondo de la calle se recortan tres siluetas familiares bajo el túnel de los árboles, que a la hora del crepúsculo es un túnel de sombras bajo el cielo exangüe: Pipo, Pepa y Pipa. La tercera es una perra que juega con su perro de una manera bastante perruna, que si uno intenta describir con propiedad se parece al empeño de su perro por montarse a la perra a como dé lugar. Se le acerca por un lado, le tira lengüetazos en la oreja y se le sube al lomo, una y otra vez. La perrita pega un brinco y se lo quita de encima, y el perro de P vuelve a la carga. Al poco rato el pelaje de la perra está lleno de babas de su perro, que jadea agitado. Y vuelve a la carga.
A Pipo no le molesta que baboseen a su perra, porque es gorda y le hace bien un poco de ejercicio, dice Pipo. Le gustaría cruzarla, pero Pipa es operada del corazón y sería un embarazo de alto riesgo. Es una eterna discusión entre Pipo y Pepa, su mujer.
Pepa quisiera tener hijos, pero no ha podido. Hasta aquí lleva dos pérdidas. Podría ser el estrés, le dice a P mientras conversan en la vereda y el perro se monta a la perra. Y el estrés tiene relación con su vida matrimonial, o más precisamente con el trabajo de Pipo, que está obsesionado en sacar adelante su negocio y apenas se da tiempo para compartir en la casa. Y quizás menos aún en la cama, debería concluir P.
Pero no sé lo que concluye.
El negocio de Pipo es un asunto relacionado con medicamentos, algo como una farmacia virtual, entiende P de todo lo que Pipo le describe con pasión y con detalles. Un nuevo modelo de negocios, dice Pipo en la vereda. Algo que podría revolucionar la venta de medicamentos, cabría concluir. Pero ignoro si P concluye algo parecido.
A todo esto, Pipo compra Coca-Cola al por mayor. Y guarda las botellas en un gran contenedor refrigerado. No puede vivir sin Coca-Cola, dice Pepa.
Como se ve, la vida sucede en estratos diferentes, y lo indescriptible debería reunirlos. Pero también ignoro si sucederá de esa manera. A todo esto, el padre de Pipo es un alto ejecutivo bancario, un hombre de mucho dinero en quien Pipo podría apoyarse, en vez de demostrarle al mundo que se la puede solo. Quizás de esa manera, con una vida más tranquila, Pepa podría tener hijos, que es lo que más desea en el mundo.
Ella jamás lo va a plantear de ese modo, pero a P le parece que lo piensa y se lo da a entender bajo la sinfonía de lo indescriptible.
Ella, en cambio, viene de abajo. No de tan abajo, pues hay un punto allá al fondo desde donde la ley gravitacional ya no te permite subir. Ella estudió con una beca en la universidad y toneladas de esfuerzo. Despertando a las cinco y media de la mañana para viajar casi dos horas en el transporte público. Ella es un ejemplo en este mundo, piensa P. Un ejemplo en este mundo usado para perpetuar este mundo. Los pobres deben hacer esfuerzos sobrehumanos para superar su condición. Pipo también hace esfuerzos sobrehumanos para que todo siga como está, piensa P mientras lo oye hablar de medicamentos.
Su perro trata de montarse a Pipa. Nunca lo conseguirá, pues la perra no está en celo.
¿Algo, alguna imagen se desprende de este recorte de la realidad más trivial?
P no lo sabe. Y yo tampoco.