por Michael Roberts
Es hora de hacer algunas predicciones sobre lo que sucederá a la economía mundial y a sus principales países en 2025. Muchas personas creen que es una pérdida de tiempo hacer tales pronósticos ya que nunca son precisos y muy a menudo sucede lo contrario. Por supuesto, las previsiones están sujetas a error, dadas las muchas variables involucradas que impulsan las economías. Los pronósticos meteorológicos todavía son difíciles de hacer y los meteorólogos lidian con eventos físicos y no (al menos directamente) con acciones humanas. Sin embargo, los pronósticos meteorológicos de hasta tres días de anticipación son ahora bastante precisos. Y las previsiones de cambio climático a largo plazo se han confirmado ampliamente en las últimas décadas. Así que si consideramos que la economía es una ciencia (aunque una ciencia social) y yo así lo creo, entonces hacer predicciones (a largo y corto) también es parte de la comprobación de teorías y evidencia en economía.
Esto es lo que escribí en una nota de pronóstico de 2024: «En resumen, 2024 parece ser un año de crecimiento económico desacelerado para la mayoría de los países y probablemente de una caída mayor hacia la recesión en Europa, América Latina y Asia. La crisis de la deuda empeorará en aquellos países del llamado sur global que no tienen energía ni minerales para vender. Así que incluso si Estados Unidos evita una crisis auténtica de nuevo este año, no será un «aterrizaje suave» para la mayoría de las personas en el mundo». Creo que eso resultó ser en gran medida correcto (¡para variar!).
2024 fue un año de elecciones. Hubo 40 elecciones nacionales, que han abarcado al 41 % de la población mundial y representan el 42 % del PIB mundial. Y mis pronósticos para los resultados en estas elecciones también fueron bastante precisos. Sobre las más importantes, las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, esto es lo que escribí: «no hay certeza sobre quién ganará; o si Biden realmente se presentará de nuevo; o si Trump o Biden cumplirán otro mandato completo». No muy claro, pero al menos no equivocado. Biden no aguantó, Trump ganó (por poco en el voto popular) y no sabemos si servirá un mandato completo.
Los resultados de otras elecciones se predijeron mucho más fácilmente: el Reino Unido, la India, Indonesia, Corea del Sur, Taiwán y Sudáfrica tuvieron los resultados que se pronosticaron. Las sorpresas fueron la victoria de un partido de izquierda en Sri Lanka y la victoria de la izquierda en número de votos en las elecciones anticipadas en Francia. En casi todas partes, los gobiernos en funciones perdieron votos y/o fueron derrotados; y la participación de los votantes bajó, revelando la desilusión de los ciudadanos con todos los principales partidos políticos. Es probable que esa tendencia continúe en 2025 con elecciones en Alemania, Canadá, Australia, República Checa y Noruega; y también en América Latina (Ecuador, Chile y Bolivia).
¿Qué pasa con la economía? Seis de las siete principales economías capitalistas terminaron en estancamiento o en recesión en 2024, medido sobre la base del producto interno bruto (PIB). Y cuando se mide el PIB por persona, incluso a los Estados Unidos, que tuvo los mejores resultados de las economías del G7, no le fue tan bien, mientras que el resto se estancó en el mejor de los casos. La razón no fue un aumento natural de la población a través de nacimientos y muertes, sino con una inmigración neta. La inmigración impulsó la fuerza laboral y la producción nacional en 2024 en los Estados Unidos, el Reino Unido, Australia y Canadá. La larga depresión que comenzó después de la Gran Recesión de 2008-9, se reanudó después de la recesión pandémica de 2020 y continuó en 2024.
El Banco Mundial presenta una imagen sombría de la situación para la mayoría de las personas en el mundo. En 2024, «la reducción de la pobreza extrema en el mundo se ha ralentizado hasta casi paralizarse, y 2020-30 será una década perdida». Alrededor de 3.500 millones de personas viven con menos de 6,85 dólares al día, la línea de pobreza más relevante para los países de ingresos medios, que son donde viven tres cuartas partes de la población mundial. «Sin una acción drástica, podría llevar décadas erradicar la pobreza extrema y más de un siglo eliminar la pobreza tal como se define para casi la mitad del mundo». Con pocos avances en el control del calentamiento global, «1.200 millones de personas se enfrentaron a peligros relacionados con el clima y a una alta vulnerabilidad, siendo el sur de Asia y el África subsahariana las regiones más afectadas».
Además está la carga de la deuda para los llamados «países en desarrollo», algo que argumenté que empeoraría en 2024. El Banco Mundial de nuevo: «La pandemia de COVID-19 aumentó drásticamente la carga de la deuda de todos los países en desarrollo, y el posterior aumento de las tasas de interés globales ha dificultado que muchos recuperen su equilibrio. A finales de 2023, la deuda externa total adeudada por los países de ingresos bajos y medianos se situó en un récord de 8,8 billones de dólares, un aumento del 8 por ciento con respecto a 2020. Los pagos de intereses para los países en desarrollo subieron en casi un tercio a 406 mil millones de dólares, dejando a los países con menos fondos para invertir en áreas críticas como la salud, la educación y el medio ambiente».
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que en 2024 la mayoría de los trabajadores sufrieron una reducción o ninguna mejora en sus salarios después de que se contabilizara la inflación; y es poco probable que eso mejore mucho en 2025. Los salarios reales siguen por debajo de sus niveles previos a la pandemia en muchas partes del mundo. Y las brechas en las ganancias entre los trabajadores mejor y peor pagados del mundo siguen siendo amplias. La OIT calculó que en 2021 (ajustado por poder adquisitivo), el 10% inferior de los trabajadores ganaba 250 dólares al mes, mientras que el 10 % superior ganaba 4.199 dólares al mes por trabajo a tiempo completo. «Esto significa que el poder adquisitivo del asalariado medio en los países de bajos ingresos es alrededor del 6 por ciento del poder adquisitivo del asalariado medio en los países de altos ingresos». A nivel mundial, el 10% peor pagado de los trabajadores ganaba solo el 0,5 % de los salarios totales, mientras que el 10 % mejor pagado recibía el 38 % de la factura salarial mundial.
En la primera mitad de 2024, los salarios reales se mantuvieron más bajos que en 2019 antes de la pandemia en Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, así como en Japón y Corea del Sur. Los salarios reales fueron más altos en los Estados Unidos, pero solo en un 1,4 %. De hecho, los salarios reales en algunos países (el Reino Unido, Japón e Italia) se mantenen por debajo de los niveles registrados en 2008, ¡el año de la Gran Recesión! Por el contrario, los salarios reales chinos aumentaron un 27 % desde 2019, mientras que Brasil también registró un gran aumento.
El World Inequality Lab ha actualizado su última estimación de la desigualdad de ingresos y riqueza a nivel mundial. Estados Unidos es el país más desigual de la OCDE, con el 21% de los ingresos nacionales que van al 1% más rico, lo mismo que en México (21%) y un poco más que en Sudáfrica (19%). Mientras que los ingresos reales de miles de millones de personas estaban estancados o aumentaban solo ligeramente, los ingresos y la riqueza de los súper ricos aumentaron a un ritmo récord. El mercado de valores de EEUU alcanzó nuevos máximos y oligarcas estadounidenses como Elon Musk y Jeff Bezos, etc. vieron su riqueza neta dispararse en miles de millones a nuevos máximos grotescos.
En 2024, la economía estadounidense aumentó alrededor de un 2,5 % en el PIB real en 2024, creando la imagen del «excepcionalismo» estadounidense: una economía fuerte, un dólar fuerte, combustibles fósiles y una expansión impulsada por la IA. Tan seguro está de que la economía estadounidense continuará en esta línea que BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo, en su pronóstico para 2025, estima que «los ciclos de auge y caída del capitalismo han terminado». BlackRock cree que la economía mundial está actualmente en proceso de ser completamente «remodelada» por la aparición de cinco nuevas «megafuerzas», incluido el giro a cero emisiones netas de carbono, la fragmentación geopolítica, las tendencias demográficas, la digitalización de las finanzas y la IA. Aparentemente, esto significa que la economía global romperá con las «tendencias históricas» que han hecho a los mercados pasar por ciclos de auge y caída durante siglos.
El optimismo de BlackRock no es sorprendente teniendo en cuenta las enormes ganancias en los precios de los activos financieros de las que se beneficiaron en 2024. Pero las principales agencias económicas internacionales están menos entusiasmadas. En su último World Economic Outlook, el FMI espera que el crecimiento económico mundial se mantenga estable en alrededor del 3,2 % este año. Esa tasa de crecimiento es la más débil en décadas y «los riesgos a la baja están aumentando y dominan las perspectivas». El FMI espera que, aunque Estados Unidos continúe liderando el camino en el crecimiento entre las economías avanzadas en 2025, el crecimiento real del PIB de EEUU se ralentizará al 2,2% en 2025, mientras que el resto del G7 luchará por superar el 1% anual. Puede que la economía estadounidense todavía se esté expandiendo, pero no su sector industrial, la parte productiva. La producción industrial se ha reducido en 2024, como lo hizo en todas las principales economías.
Al FMI también le preocupa que los planes de Trump de aumentar los aranceles sobre las importaciones de bienes de países que no juegan con su objetivo de «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» conduzca a una «producción más baja en relación con nuestro pronóstico de referencia. La política monetaria podría permanecer demasiado ajustada durante demasiado tiempo y las condiciones financieras globales podrían endurecerse abruptamente». Eso podría reducir a la mitad la tasa de crecimiento proyectada para 2025 en adelante.
La OCDE adopta una posición similar sobre la economía mundial, aunque un poco más optimista. La OCDE espera que la economía mundial crezca un 3,3 % en 2025, una recuperación de la tasa del 3,2 % en 2024, con una desaceleración de los Estados Unidos solo ligeramente hasta el 2,4 %. La UNCTAD es mucho más pesimista. «La economía global se enfrenta a una nueva normalidad de bajo crecimiento, alta deuda, inversión débil y comercio con obstáculos». Sus economistas esperan que el crecimiento global sea del 2,7% en 2025, lo que está por debajo del promedio anual del 3,0 % entre 2011 y 2019 y muy por debajo del promedio del 4,4% de antes de la crisis financiera mundial. Para los países en desarrollo, la desaceleración es más pronunciada: «entre 2024 y 2026, los países que representan más del 80 por ciento de la población mundial y el producto interno bruto mundial seguirían creciendo más lentamente que en la década anterior a la COVID-19».
¿Cuáles son los factores económicos clave que pueden ayudarnos a juzgar cómo funcionarán las principales economías en 2025? El primero es el comercio internacional. Entre 1995 y 2007, el comercio creció al doble de la tasa del PIB mundial. Pero desde la crisis financiera de 2008-2009, el crecimiento del comercio en relación con el PIB se ha estancado. Los planes de Trump, si se implementan (hay algunas dudas al respecto) acelerarían la desglobalización y el estancamiento del comercio mundial, afectando particularmente a las economías del Sur Global. El banco de inversión, Goldman Sachs, generalmente muy optimista, ve un golpe considerable para el PIB de los Estados Unidos a partir de un arancel potencial del 10% en todos los bienes importados, en parte debido a los precios más altos al consumidor, lo que reduciría el gasto de los estadounidenses. Y «esto podría terminar en una guerra comercial global que, si bien podría tomar muchas formas, en última instancia podría eliminar el 2-3% del PIB global», afirma la consultora Capital Economics. Según los pronósticos actuales como los citados, un golpe del 3% a la producción mundial acabaría con el crecimiento económico en 2025.
Detrás del riesgo de una guerra arancelaria, está la guerra misma. El conflicto entre Rusia y Ucrania está llegando a un punto álgido: lo que Trump hará en Ucrania sigue siendo incierto. Pero claramente tiene la intención de respaldar a Israel hasta el final, incluso si eso significa un conflicto abierto con Irán el próximo año. Si eso sucede, los precios del petróleo podrían subir, empujando la inflación de nuevo. Y aquí es cuando se notará que no se ha ganado la llamada «guerra contra la inflación» declarada por los principales bancos centrales del mundo.
Sí, la inflación de los precios de bienes y servicios ha caído desde sus alturas en 2022, pero no ha vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, y mucho menos a los objetivos del banco central del 2 % anual. De hecho, en las principales economías hay señales de que la tasa de inflación está volviendo a subir. «El último trecho» de la inflación, como se le llama, está resultando imposible. Si eso continúa hasta 2025, entonces los bancos centrales dejarán de recortar sus tasas de interés políticas y, por lo tanto, los costes de los préstamos para las empresas y los hogares se mantendrán altos.
Esto aumentará la dificultad de atender la deuda existente, especialmente para los países del Sur Global, ya que es probable que el dólar se mantenga fuerte si las tasas de interés de los Estados Unidos se mantienen altas y el conflicto geopolítico empeora.
Si el coste de endeudarse y servir la deuda no baja, existe un mayor riesgo de que las llamadas empresas «zombies» (que no obtienen suficientes ganancias para cubrir sus costes de deuda y deben seguir endeudándose) comiencen a quebrar. Más del 40 % de las 2.000 principales empresas de los Estados Unidos no son rentables, la mayor parte desde la pandemia. Al mismo tiempo, los gastos por intereses como % de la deuda total de estas empresas alcanzaron el 7,1%, el más alto desde 2003. Las quiebras de empresas estadounidenses en 2024 superaron los niveles de la pandemia de 2020. El apalancamiento bruto, la relación entre la deuda y los activos (y las ganancias), de todas las empresas no financieras que cotizan en bolsa en los Estados Unidos sigue siendo alto y el apalancamiento de los fondos de cobertura está cerca o en el nivel más alto de la última década. Así que el riesgo de un colapso financiero está aumentando.
Como señala Ruchir Sharma de la Fundación Rockefeller: «El asombro por el «excepcionalismo estadounidense» en los mercados ha ido ya demasiado lejos… Hablar de burbujas en tecnología o IA, o en estrategias de inversión centradas en el crecimiento y el impulso, oscurece la madre de todas las burbujas en los mercados estadounidenses. Dominando completamente el espacio mental de los inversores globales, Estados Unidos está sobrecomprado, sobrevalorado y sobreestimado hasta un grado nunca antes visto. Como con todas las burbujas, es difícil saber cuándo se desinflará esta, o qué desencadenará su declive». Y hay señales. El índice bursátil de EEUU, el S&P 500 cayó un 1,6 % en diciembre, con 6 o más sectores que cayeron un 5 % o más.
El factor más importante para estimar las perspectivas de la economía mundial en 2025 deben ser los beneficios corporativos globales (y la rentabilidad), ya que este es el motor de la producción e inversión capitalistas. Si las ganancias en las principales empresas del mundo continúan aumentando en 2025, entonces la financiación de la deuda y la absorción del débil comercio internacional podrá aguantarse otro año. Regularmente hago una estimación de las ganancias globales basada en las ganancias de las empresas en los Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido, Japón y China. El crecimiento de las ganancias globales como promedio se ha estado desacelerando hacia cero. Sin embargo, en los primeros tres trimestres de 2024, las ganancias corporativas en EEUU aún aumentaron un 1,5% en comparación con 2023; China y el Reino Unido tuvieron un aumento del 5-6%, mientras que los beneficios en Alemania se estancaron y los de Japón cayeron.
¿Se recuperarán las ganancias en 2025? Los optimistas como BlackRock tienen confianza. Basan sus expectativas en un aparente aumento de la productividad del trabajo en los Estados Unidos en el último año, impulsado por las ganancias de la difusión de la IA en todos los sectores. Creen que estamos ante el comienzo de unos «Locos años veinte» como ocurrió en los Estados Unidos después del final de la epidemia de gripe española en la década de 1920.
Hay pocas cosas que decir sobre este aparente auge de la productividad. Primero, está confinado a los Estados Unidos. Las economías de Europa no están experimentando tal auge, al contrario. En segundo lugar, el reciente aumento en el crecimiento de la productividad todavía sitúa la tendencia de los Estados Unidos prácticamente igual que antes de la pandemia.
Así que todavía no hay signos confirmados de un «salto adelante» en el crecimiento de la productividad. De hecho, como he comentado en notas anteriores, la difusión de las ganancias de productividad de la IA podría tardar mucho tiempo en producirse (si es que surge). Es poco probable que la inversión en IA sea la clave en 2025, y ciertamente no fuera de los EEUU, especialmente si no hay un aumento sostenido en la rentabilidad del capital en las principales economías.
Mi mejor estimación de la tasa promedio de beneficio sobre el capital en las economías del G7 indica una recuperación desde el hoyo de la recesión pandémica. Pero está liderada casi exclusivamente por un gran aumento en la rentabilidad en los Estados Unidos, ya que las otras tasas de beneficio de las economías del G7 se han estancado en general. Según las previsiones de AMECO, la tasa de ganancias de EEUU en 2025 será un 10,7 % más alta que en 2019, pero un 2-8 % más baja en el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, con solo un aumento en Canadá y Japón del 1,2%.
Así que lo que mis estimaciones de rentabilidad sugieren es que es poco probable una recesión en 2025; pero por otro lado, es demasiado pronto para argumentar a favor de cualquier aumento sostenido de la rentabilidad en todo el G7 que pueda impulsar la inversión productiva y el crecimiento de la productividad a nuevos niveles.
Lo más probable es que en 2025, el crecimiento en Europa y Japón siga estando cerca del estancamiento; así como en Canadá y Australia. Además, el crecimiento económico y la expansión comercial en todos los países de los BRICS serán más lentos que en 2024. Así que en lugar del comienzo de unos locos años veinte, es más probable que 2025 sea una continuación de los estancados años veinte para la economía mundial.
Traducción: G. Buster