por Eduardo Lucita
A poco de cumplir un año del experimento anarco-libertario el presidente Milei pasa por su Momentum. Logró cierto acomodamiento de las variables económicas, sostuvo una fuerte exposición internacional, logró aprobar leyes que necesitaba y bloqueó iniciativas en contrario. En términos relativos ganó capacidad de fijar agendas.
Contrariando la imagen original de un ideologismo a ultranza, gobernó con puro pragmatismo tanto en el plano local como en el internacional, si bien mantuvo su dogma económico del déficit cero.
En el plano político
Termina el período ordinario de sesiones con un balance parlamentario favorable, más aún si se tiene en cuenta su escuálida representación parlamentaria (39 diputados y 6 senadores, sobre un total de 257 y 72 respectivamente). Es cierto que es el primer presidente al que el Congreso le voltea un Decreto de Necesidad y Urgencia (fondos reservados para la Secretaría De Inteligencia de Estado) y que debió afrontar el costo político de vetar dos leyes (financiamiento universitario y recomposición de haberes jubilatorios).
Pero no es menos cierto que logró mantener la vigencia del DNU 70 (que deroga y modifica numerosas leyes) y aprobar dos mega leyes: Ley de Bases (si bien muy recortada, contiene lo esencial: delegación de facultades, privatizaciones, régimen de incentivo a grandes inversiones, reforma laboral…) y el Paquete fiscal (modificaciones tributarias en Ganancias y Bienes Personales, blanqueo de capitales, cambios en el Monotributo y nueva moratoria). Mantiene el apoyo de las clases dominantes, logró un acuerdo con la CGT e impuso parcialmente el protocolo antipiquetes. Mientras continúa con el ajuste.
La realidad obligó al gobierno a trazar acuerdos parlamentarios circunstanciales y diferentes en cada momento, al mismo tiempo que le facilitó sostener el tercio necesario para bloquear distintas iniciativas de la oposición. Claro que le jugó a favor la crisis de la oposición en sus distintas variantes que, fragmentada, dispersa y sin programa, no muestra horizontes claros.
El oficialismo se monta sobre esa realidad. Por un lado, opera en las crisis del PRO y del radicalismo y vuelve a la polarización, ahora con Cristina Fernández de Kirchner. Por el otro, retoma la línea de la reforma política anunciada en la Ley de Bases original. Ya impuso la Boleta Única de Papel (BUP), que facilita el desenganche de las listas locales de la nacional, por lo tanto no habría arrastre de las primeras figuras políticas. Si finalmente llama a sesiones extraordinarias, presentará un proyecto complementario fijando un nuevo piso porcentual para ser considerado partido, modificando el financiamiento y eliminando las PASO.
Todo puede terminar atomizando el sistema político. Sigue la incógnita sobre el proyecto de presupuesto 2025, si no se lo aprueban tal como fue presentado, Milei está dispuesto a continuar con la prórroga del 2023, con lo que dispondrá discrecionalmente de cuantiosos fondos y gobernará por decreto. Algo que no le disgusta. Una suerte de bonapartismo criollo.
En el plano económico/financiero
La dupla Milei-Caputo ha logrado un mayor margen de maniobra. El éxito del blanqueo abrió un nuevo escenario despejando el horizonte financiero de corto plazo: las tensiones devaluatorias se postergaron, la liquidación de exportaciones crece, la inflación continúa desacelerándose (este mes puede darse un repunte) y el Central compra dólares, pero no los suficientes. Las empresas colocan deuda (ON) en mercados internacionales y toman préstamos en la banca local en dólares (prefinanciación de exportaciones) y en pesos (colocaciones en bonos). Suben los bonos, se achica la brecha y baja el riesgo país. Mientras que la recesión parece haber encontrado un piso, el consumo está en “veremos” y la utilización promedio de la capacidad instalada alcanza hoy al 68.4%.
Nada indica que la actividad económica esté ya en el despegue. Persisten desafíos estructurales (acumulación de reservas, levantamiento de controles cambiarios) y coyunturales (tipo de cambio, capacidad adquisitiva de salarios e ingresos populares y tensiones en el mercado laboral, la pérdida de empleos ha llegado también al sector privado). Pero no es la misma situación de hace unos meses atrás de cara al 2025.
Milei-Trump
El triunfo de Donald Trump implica un ascenso de la ultraderecha global y un espaldarazo para Milei, en un marco de agotamiento del régimen de acumulación neoliberal que como contrapartida ingresa en su fase más retrógrada. Lo que varios autores denominan ahora “aceleración reaccionaria”.
Ambos presidentes comparten aspectos ideológicos en lo que llaman “batalla cultural” contra la agenda woke, todas aquellas medidas y concepciones de corte progresista. Promueven principios éticos y morales conservadores que aquí rompen consensos básicos de nuestra sociedad, alcanzados en las últimas cuatro décadas. Milei participó en la Conferencia Política de la Acción Conservadora (CPAC) en Miami, donde su mirada estableció el liderazgo de Trump en el norte, de Meloni en Europa, de Netanyahu en Medio Oriente y de él mismo en el Sur. Esta semana la CPAC se reunirá en Buenos Aires.
Comparten también su énfasis por desregular al capitalismo de toda norma y control que lo condicione o limite en su acumulación de riqueza. Es la concepción de que el crecimiento viene de los monopolios, del capital más concentrado. Por esos los dos hablan de reducir impuestos. Su proyecto en realidad es una guerra contra la modernidad en términos económicos, políticos y sociales. Buscan crecimiento pero sin desarrollo ni progreso social.
Pero uno es proteccionista y antiglobalización y el otro globalizador y adhiere al libre comercio. Si finalmente Trump sube los aranceles, fortalecerá al dólar y bajarán los precios de los conmodities, pero si escala la guerra comercial con China la demanda de soja y trigo de la República Popular se volcaría a Brasil y Argentina. También tienen posiciones encontradas sobre la guerra ruso-ucraniana: Milei promete acabar la guerra rápidamente, lo que haría ver a Putin como gran ganador, mientras que Milei ha apoyado decididamente a Ucrania frente a Rusia.
Futuro imperfecto
Sobre una economía estabilizada, aunque aún bastante inestable y con su fragilidad política a cuestas, el gobierno avanza en las desregulaciones, el achique del Estado, la apertura de la economía, su alineamiento incondicional con EEUU e Israel y con votos disruptivos en foros internacionales o el retiro de la delegación en la Cumbre Climática de Bakú. Todo lo hace en modo elecciones 2025, que son fundamentales para su ansiada hegemonía. Mientras tanto, la oposición sigue deshojando la margarita.
En paralelo, las resistencias sociales se han sucedido desde el comienzo del inicio del gobierno: masivas y centralizadas cuando las convocó la CGT o cuando el conflicto universitario, de menor envergadura, y dispersas cuando son por objetivos parciales. No es el 2001, pero lo cierto es que se suceden sin solución de continuidad a lo largo y ancho del país.
Se ha abierto así un período de gran incertidumbre global y local. En determinadas situaciones todo lo sólido puede desvanecerse en el aire.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-