por Vijay Prashad
El 31 de mayo, el ejército de Estados Unidos respaldó una “Declaración de principios de colaboración con la base industrial de defensa del Indo-Pacífico” para reforzar la cooperación de la industria militar con sus aliados de la región. Los principios establecen compromisos con iniciativas como la coproducción de sistemas de misiles y cohetes en Australia, el desarrollo conjunto de interceptores de misiles hipersónicos con Japón y la posible colaboración con Corea del Sur en tecnologías de defensa, incluidos sistemas de artillería. Esta colaboración se suma a la extensa red de asociaciones Indo-Pacíficas que Estados Unidos ha creado desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
Como parte de esta estrecha colaboración, el 15 de noviembre el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd J. Austin III, inició una gira por la región que incluirá escalas en Australia, Fiyi, Laos y Filipinas. El viaje de Austin comenzó en Darwin (Australia), donde convocó la 14° Reunión Trilateral de Ministros de Defensa (TDMM por su sigla en inglés) con sus homólogos japoneses y australianos. Australia cuenta también con la Base Tindal de la Real Fuerza Aérea Australiana (RAAF por su sigla en inglés), donde Estados Unidos está cofinanciando obras de ampliación, lo que permitirá albergar en la base bombarderos B-1 y B-52 de fabricación estadounidense. En Laos, el Secretario de Defensa asistirá a la Reunión-Plus de Ministros de Defensa de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por su sigla en inglés) para debatir la denominada “agresión en el Mar del Sur de China” por parte de China. El objetivo de la gira es poner de relieve la continuidad de la política estadounidense en la región entre las administraciones del presidente saliente, Joe Biden y el presidente entrante, Donald Trump.
A comienzos de 2020, un grupo de personas se planteó la necesidad de crear una plataforma de debate sobre los peligros de la escalada militar estadounidense, tanto a través de su propio arsenal militar como de su abanico de alianzas militares, a lo largo de la costa de Asia Oriental. Esta expansión comenzó tras el “pivote hacia Asia” de Estados Unidos, iniciado en 2011 bajo la presidencia de Barack Obama. Como resultado de la reflexión se creó el colectivo Basta de Guerra Fría, que se basó en una declaración firmada por numerosas personas y organizaciones. Basta de Guerra Fría celebró su primer seminario web público el 25 de julio de 2020 y desde entonces ha publicado 14 boletines informativos sobre temas como la guerra en Ucrania y la acumulación de la maquinaria militar de Estados Unidos y la OTAN en el noroeste de Asia.
A raíz del resultado de las elecciones estadounidenses, Basta de Guerra Fría ha publicado el boletín n° 15 en el que se analizan las posibles consecuencias que puede tener para el mundo la segunda presidencia de Donald Trump. Pueden leerlo a continuación:
El 6 de noviembre, Donald Trump fue elegido como el presidente número 47 de los Estados Unidos. Con ello aseguró su regreso en enero próximo al cargo que dejó vacante en 2021 bajo la sombra de una crisis constitucional y de un fallido golpe de Estado de extrema derecha. Con esta victoria, se ha asegurado un triunfo más decisivo e indiscutible que en la primera elección de 2016, cuando perdió en el voto popular frente a Hillary Clinton, pero se impuso en el sistema de colegio electoral de Estados Unidos, con un mecanismo arcano y profundamente antidemocrático, mediante el cual tan solo el 0,03% de la población votante del país puede decidir al ganador final. Esto, con las consecuencias descomunales que ello implica para todo el mundo, debido a la hegemonía militar y económica estadounidense.
En esta oportunidad, Trump obtuvo arriba de dos millones de votos más que la vicepresidenta Kamala Harris, convirtiéndose en el primer candidato del Partido Republicano en dos décadas en ganar por voto popular nacional. (Este resultado se debe mucho más a la pérdida de casi diez millones de votos de los demócratas desde 2020, que al aumento marginal del apoyo a Trump). Y lo que es más importante, Trump arrasó en los siete “estados indecisos” del Colegio electoral.
Uno de los resultados más emblemáticos de estas elecciones se produjo en Michigan, donde reside la mayor proporción de votantes árabes estadounidenses del país. Aquí, el apoyo militar y diplomático a ultranza de la administración Biden-Harris a la ofensiva genocida de Israel en Gaza y Líbano, podría decirse que selló su ignominiosa derrota. En la ciudad de mayoría árabe de Dearborn, Harris obtuvo menos de la mitad de los votos de Biden en 2020, quedando detrás de Trump, mientras que la candidata del Partido Verde contra el genocidio, Jill Stein, superó el 18%. Las encuestas a boca de urna realizadas en todo el país por el Consejo de Relaciones Estadounidenses-Islámicas, revelaron que un sorprendente 53% de los votantes musulmanes se inclinaron por Stein, reconociendo que los dos principales partidos están inevitablemente comprometidos con la agresión imperialista en el extranjero y la represión violenta del movimiento de solidaridad con Palestina en el país.
Si bien, los elementos centrales de la base tradicional de votantes del Partido Demócrata han abandonado a la administración Biden-Harris debido a su política exterior asesina, lo cierto es que la presidencia entrante de Trump no traerá ningún alivio al pueblo palestino después de más de un año de genocidio a gran escala. Trump ha declarado en múltiples ocasiones su intención de permitir que el régimen de Netanyahu “termine el trabajo” en Gaza. Todo indica que mantendrá e incluso acelerará el impulso de Biden para un “nuevo Medio Oriente” totalmente subordinado al sionismo y al imperialismo estadounidense. A juzgar por su belicosidad pasada y presente hacia Irán, después de haber asesinado al general Qassem Soleimani y renegado unilateralmente del Acuerdo Nuclear con Irán (formalmente el Plan Integral de Acción Conjunta, JCPOA, por su sigla en inglés) en su primer mandato, es probable que muestre aún menos inhibiciones a la hora de intensificar la crisis hasta convertirla en una guerra regional a gran escala. Un claro indicador de ello es la elección por parte de Trump del “halcón” chino-iraní Marco Rubio como secretario de Estado y de Brian Hook (autor de la estrategia de “máxima presión” contra Teherán en su primer mandato) para supervisar la transición.
El nombramiento de Rubio, que históricamente ha sido prácticamente igual de belicista respecto a Rusia, parece echar un balde de agua fría sobre las esperanzas, en gran medida especulativas, de que Trump al menos reduciría la escalada de la guerra por delegación de la OTAN en Ucrania. Tales esperanzas han sido alimentadas por los planes de sus asesores de política exterior más cercanos, de condicionar la ayuda militar de EE.UU. a la voluntad de Ucrania de negociar y aceptar un alto el fuego temporal con Rusia, al tiempo que amenazan con “abrir las compuertas” si Moscú a su vez se niega a este acuerdo. Esto no está motivado por ningún compromiso de principios con la diplomacia, sino por prácticas políticas igualmente beligerantes que consideran a China como el principal enemigo de Estados Unidos y pretende reorientar los activos militares estadounidenses hacia un cerco aún más amenazador para ese país.
Eldridge A. Colby, un hombre de confianza de Trump, ha trazado un plan exhaustivo para provocar e incitar a China hacia una guerra por Taiwán, para cuya ejecución estaría bien situado su propuesto asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz. De hecho, es casi seguro que en su segundo mandato Trump intensificará la guerra híbrida de Estados Unidos contra China, que aumentó drásticamente en su primer mandato y continuó sin cesar bajo Biden, no sólo en el ámbito militar, sino también en la guerra de la información y la política comercial. En concreto, ha propuesto un arancel mínimo de entre el 10 % y el 20 % sobre todas las importaciones a Estados Unidos y un elevado arancel del 60 % sobre las procedentes de China. Esto aumentaría drásticamente los precios al consumidor y, por tanto, costaría al hogar promedio unos 3.000 dólares al año, según el Tax Policy Center.
Una política de este tipo no haría sino empobrecer aún más a una población que ya sufre las consecuencias del embate de la administración Biden-Harris contra el nivel de vida de la clase trabajadora, causa próxima del colapso de los demócratas. Los salarios semanales reales han disminuido notablemente durante el mandato de Biden y los índices de desigualdad han aumentado (en diciembre de 2023, una de cada nueve mujeres adultas vivía en la pobreza, incluido el 16,6% de las mujeres negras y el 16,8% de las mujeres latinas). Al mismo tiempo, la acumulación de riqueza de lxs multimillonarixs estadounidenses aumentó un asombroso 88% (hasta los 5,5 billones de dólares), entre marzo de 2020 y marzo de 2024, mientras que la riqueza de capital indicada por el índice S&P 500 se incrementó en un 72%. No es de extrañar que Trump ganara en la mayoría de los hogares que perciben menos de 100.000 dólares al año (incluido el enorme 74% de los que informan de “graves dificultades” debido a la inflación), mientras que perdió en el tramo de quienes ganan más de 100.000 dólares. Una inversión completa de la distribución por partido en 2020 y en todas las elecciones presidenciales anteriores que se recuerdan.
En última instancia, esos reclamos económicos otorgaron a Trump márgenes de victoria lo suficientemente amplios como para que el porcentaje de votos de terceros partidos no resultara en absoluto decisivo. Una nueva humillación para los demócratas, que desplegaron esfuerzos titánicos para mantener fuera de las urnas a los candidatos progresistas contra el genocidio. A primera vista, el hecho que muchxs votantes se sintieran decepcionados por los fracasos de las iniciativas de gasto interno masivo de la administración Biden-Harris, parecen complicar las narrativas que atribuyen directamente la derrota de Harris a la política exterior de Biden. Pero difícilmente se puede llamar “doméstico” al presupuesto nacional de un país que incluye un presupuesto militar, que contempla el mantenimiento de un imperio que se extiende por todo el mundo con más de 900 bases militares, la inversión de 175.000 millones de dólares en la guerra por delegación en Ucrania y 18.000 millones de dólares en el genocidio de Israel y cuando el gasto militar real asciende a más del doble de la cifra oficial: el asombroso monto de 1,5 billones de dólares sólo en 2022. El trumpismo, en todos sus paradójicos extremos de aislacionismo y beligerancia, populismo y nacionalismo, no es sino otro síntoma mórbido de la violenta decadencia imperial.
Estos síntomas mórbidos, como se señala en el boletín informativo nº 15 de Basta de Guerra Fría, reflejan el deseo de la clase dominante estadounidense de una guerra para socavar los avances económicos de China. Esto es peligroso. Deberíamos escuchar a quienes saben lo que traen las guerras. Cao Cao, un señor de la guerra durante la dinastía Han Oriental, escribió un cautivador poema que proporciona una advertencia de este tipo:
Piojos y pulgas infestan la armadura desgastada;
decenas de miles de civiles perecieron.
Huesos yacen desnudos en los campos,
ni un solo gallo canta en mil li.
De cada cien, vive uno;
El solo pensarlo me parte el corazón.
*Imagen principal: Heri Dono (Indonesia), Two Guards Who Protect Their Leaders [Dos guardias que protegen a sus líderes], 2013.