por Ricardo Candia Cares
Lo afirma el presidente Gabriel Boric luego de que a su exsubsecretario del Interior, Manuel Monsalve, le fuera controlada su detención en el marco de la denuncia y querella por violación y abusos sexuales en contra de una extrabajadora de esa subsecretaría.
La del presidente es una de esas afirmaciones sin ningún valor jurídico, político, práctico o valórico de las que está lleno el glosario de la política nacional.
Un inocuo saludo a la bandera.
Más bien es una trampa lingüística que intenta llegar a los inadvertidos que la escuchan. Es una especie de tautología cuya suma interior, como el valor que se quiere relevar, es cero.
Como saben hasta las piedras en Chile, el comportamiento de las leyes y los dispositivos judiciales va a depender en gran medida de lo poderoso que seas. Las cárceles están llenas de pobres que optaron por el delito, mientras tanto los criminales de alta alcurnia escasean como si aquella gente no delinquiera.
Se han escrito innumerables textos que han desnudado ininteligibles redes de los poderosos para burlar la letra muerta de esas leyes que amenazan con las penas de infierno a quienes las infrinjan.
Una de las grandes frases que contradicen el aserto de Gabriel Boric fue pronunciada por presidente Aylwin hace muchos años, y esa fue la doctrina sobre la cual se fundó la impunidad de la mayor parte de los genocidas que mataron cobardemente e hicieron desaparecer a miles de compatriotas.
¿Qué fue la ley para esos criminales? Un monosílabo.
¿Recordamos el reciente caso del financiamiento ilegal de la política? Ese mecanismo que pasó por alto las leyes, disposiciones éticas, morales, religiosas, reglamentarias y de la más mínima decencia, cruzó prácticamente todo el espectro político.
¿Y qué pasó finalmente con esos corruptos y delincuentes que actuaron por sobre, por debajo y en contra de las leyes?
Nada.
Siguen viviendo del Estado engrupiendo a la gente crédula que le gusta que le mientan.
¿Recuerda usted qué es el caso llamado Milicogate? En breve: el robo descarado de una organización de militares encabezada por los comandantes en jefe de las últimas décadas, que fueron descubierto robándose el dinero que el Estado les entrega para protegernos: hasta el año 2021 se calculaba en $ 50.000.000.000 lo robado.
Otra guinda de otra torta.
Todos los exdirectores generales de Carabineros de Chile están metidos en robos de dineros fiscales por un monto aproximado de $ 35.000.000.000, en lo que se ha llamado el Pacogate.
Y con esto terminamos:
¿Qué hay detrás de lo que la escasa imaginación periodística ha bautizado como el Caso Hermosilla?
Para decirlo en breve: una enorme trenza de jueces, fiscales, políticos, empresarios y gente poderosa que por años viene actuando al margen, por sobre, en contra y burlando todo el entramado legal posible, para obtener ganancias ilegales, llegar a cargos relevantes, defender a delincuentes de alcurnia, condenar a inocentes y corromper a quien se les cruce en su camino.
Decir que en nuestro país nadie está por sobre la ley, es como decir que a todos nos afecta la gravedad.
Lo interesante sería advertir con esa misma precisión y pachorra que nadie está por sobre la justicia.
Como todos sabemos, es en ese ámbito en donde las leyes se materializan para que la justicia sea.
Si fuera por la sola existencia de la ley escrita en papeles, como mera formulación teórica o doctrinaria, como cúmulo de buenos deseos y amenazas fulgurantes, hace rato que viviríamos en el Paraíso.
Pero solo vivimos en Chile en donde los poderosos acostumbran a obrar por sobre la ley.
La gracia sería que nadie estuviera por sobre la justicia.