por Ricardo Candia Cares
¿Era necesario mostrar a un francotirador policial apuntando al hombre que retuvo a una mujer en las oficinas de la AFP Provida en Las Condes?
Por cierto que sí.
El tenso y peligroso momento fue aprovechado por el sistema para desplegar un instante de precisa pedagogía social: no te metas con nuestro dinero o te matamos.
La imagen del francotirador apuntando a la cabeza de Marco Antonio Solís bien puede ser la imagen corporativa de las administradoras de fondos de pensiones: tomas mi dinero y te vuelo la cabeza.
La estafa monumental de las AFP, corazón de toda la cultura imperante, tuvo un instante estelar al momento en que la desesperación de un hombre a quien se le murió su pareja, lo llevó a las oficinas de Provida para hacer efectivo lo que dice la propaganda: este dinero es tuyo y de nadie más.
Resulta una paradoja extrema y un acto aleccionador que en los canales que transmitían en vivo la tragedia de ese hombre y de la mujer rehén, un comercial insistía en que ese seis por ciento es tuyo y de nadie más.
Lo que fue presentado por los medios como una acción criminal, no fue sino una muy dramática y elocuente puesta en escena de la suma de la cultura dominante.
Marco Antonio Solís creyó que ese dinero era suyo y solo quería que se lo dieran de una vez por todas y no mediante la burla que es recibir quinientos pesos mensuales dejados como herencia luego de la muerte de su mujer.
Cincuenta centavos de dólar al mes. ¿Se entiende bien?
Por cierto, resulta más caro el sobre y el franqueo de la carta que le avisa de su pago mensual.
El hombre que puso en riesgo la vida de una funcionaria sin ninguna responsabilidad en su tragedia es una víctima del Chile profundo heredado de la dictadura y perfeccionado por los gobiernos que le han sucedido luego de treinta y cuatro años sin ningún atisbo de transición democrática.
Salvo las que han sido necesarias para hacer como si el régimen fuera democrático porque hay elecciones cada dos años y medio.
No solo es falso que los fondos que le quitan a los trabajadores sean de su propiedad, sino que, peor aún, las pensiones que te van a entregar no van a financiar ni un décimo de tus reales necesidades, condenándote a una vejez de espanto.
Todo lo contrario de lo que afirman con una desfachatez que debería ser castigada como delito los propietarios, defensores y beneficiados por un sistema rufianesco, inhumano, demencial y fraudulento: solo augura pensiones miserables, incluso para quienes hayan cotizado por cuarenta años continuos y seguidos.
¿Por qué sucedió ese drama en las oficinas de Provida?
Por que no hay quien haga justicia a la gente estafada a la que le roban el esfuerzo de su trabajo en la operación de venganza más grande de la que se tenga noticia: cuando los pobres quisieron construir un país de alcance humano, detonaron el odio más profundo entre los poderosos: los alzados y sus descendientes financiarán su propia derrota y el triunfo de los poderosos de ahí en adelante.
El de Marco Antonio es un caso cultural con ribetes policiales que debiera interpelar a la sociedad toda, en especial a los trabajadores estafados y a quienes se proponen como sus defensores.
En gran medida, los gobiernos que se han propalado como de izquierda, centro izquierda, progresistas o de cualquier otra manera que roba la verdad a las palabras, no han hecho nada en un sentido favorable a los trabajadores y contrario a los estafadores monumentales, los dueños del sistema.
Al contrario, no solo no han hecho nada para desmontar esa maquinaria de estafar a la gente, sino que la han dotado de una legitimidad inmoral. No pocos han sido financiados por poderosos en cuyas trenzas financieras las AFP tienen tentáculos y otros han sido atentos funcionarios de esas maquinarias de robar.
El drama de Marco Antonio y su rehén, parte por una pensión de $500. Una bala para fusil de francotirador cuesta $1.800.