por Andrés Figueroa Cornejo
El 4 de noviembre, y ya finalizando una vigorosa misión como observadora de derechos humanos en Chile que comenzó el 16 de octubre, la destacada jurista Mireille Fanon, hija del brillante militante e intelectual revolucionario anticolonial Franz Fanon, se despidió ante un juvenil público en el salón de honor de la Universidad de Santiago. Durante su estadía en el país andino, su agenda estuvo marcada por la visita a los prisioneros políticos mapuche y no mapuche.
En la ocasión, la luchadora francesa se refirió a la actual situación que atraviesa Palestina, precisando que «ahora mismo se está ejecutando una guerra de exterminio. Y es preciso retomar adecuadamente el concepto de ‘genocidio’ de Raphael Lemkin, el cual plantea que un acto de genocidio está dirigido contra un grupo nacional y sus entidades. Lamentablemente, la comisión de la ONU a cargo del asunto no extendió más allá del propio caso judío la expresión de genocidio. De hecho, hoy el genocidio sobre Palestina se está desarrollando con el apoyo de la ONU y de la comunidad internacional. Por lo tanto, nosotros también somos cómplices de lo que ocurre», y se preguntó, «¿Cómo es posible que una organización cometa genocidio sin darle cuentas a nadie? Entonces, hay que retornar al momento de la creación de Palestina, cuando estaba bajo mandato británico para comprender. Tras la segunda guerra mundial, recién fundada la ONU, los judíos europeos demandaron tener un Estado propio. Para ello, se usó la resolución 194 de las Naciones Unidas, con el argumento de que Palestina era un territorio sin pueblo para un pueblo sin territorio. Las dos primeras veces que se votó la resolución, la propuesta se rechazó, hasta que presiones estadounidenses sobre Francia aprobaron la resolución».
La hija del autor de Los condenados de la tierra dijo que pasó las últimas dos semanas visitando las cárceles donde se mantiene en cautiverio a miembros del pueblo mapuche y se percató que «existen muchas similitudes entre el caso palestino y el mapuche. Un entramado de acuerdos entre los Estados español y chileno que engañaron a los representantes del pueblo originario, cayendo la cultura y relaciones sociales mapuche bajo la jurisdicción de la república chilena. Ello es lo que permite que en la actualidad las empresas capitalistas puedan explotar el territorio ancestral. Así como la resolución 194 brindó las facultades al Estado de Israel para ‘comerse’ los territorios palestinos, así también un falso tratado promovido por el Estado chileno ha permitido al capital ‘comerse’ los territorios mapuche. Igualmente, la comunidad internacional no reconoce el derecho a defenderse del pueblo palestino ni del mapuche. Cuando se ven ambos casos, es fácil darse cuenta que el derecho internacional está en coma. La convención 169 de la OIT es inaplicable e inoperante en la situación mapuche. Mismo ocurre en general con el derecho de los pueblos a autogobernarse».
«El pueblo mapuche debiera beneficiarse de la solidaridad de todo el pueblo chileno para custodiar su cultura, su tierra ancestral, su espiritualidad, su autonomía», afirmó Fanon, «y lo digo, tanto por los pueblos mapuche y palestino, y por las actuales colonias francesas, entre las que está Martinica, la tierra de origen de Franz Fanon, el país de mi familia. Tenemos ejemplos similares aquí, en Colombia, Argentina, Estados Unidos, que se remontan hasta el año 1492, donde se impuso por primera vez la comercialización de los cuerpos, y los colonos se apropiaron de tierras que no les pertenecían mediante la sangre y el robo. Nunca los imperios y colonos han pagado por esos crímenes, nunca han existido reparaciones políticas y colectivas (y no quiero decir compensaciones individuales que nos dejarían atrapados en la lógica del capitalismo liberal, sino a transformar el paradigma de la dominación). Desde ese tiempo surgió impunemente la globalización del esclavismo. Todo eso en nombre de la jerarquización por la raza, una sociedad en la cual vivimos hasta hoy y que se funda en la modernidad eurocentrista. Sin embargo, el supremacismo blanco se niega a reconocer el enorme valor de las culturas propias de América, África, Oceanía, Asia, etc. Si queremos cambiar el mundo, no nos queda más que iniciar las reparaciones de aquella época de la humanidad. Y para eso debemos establecer alianzas solidarias de pueblos en lucha y saber por qué estamos luchando; no sólo quedarnos peleando por nuestro territorio. No tenemos el derecho de equivocarnos en la lucha. De lo contrario, nuevamente los criminales serán recompensados y las víctimas serán criminalizadas, llamadas terroristas, encarceladas, torturadas, hostigadas. No hay que olvidar que más de la mitad de la población palestina pasó por la cárcel. Aquí cabe una cita de Franz Fanon: ‘Cada generación, en su relativa oscuridad, tiene que cumplir su misión o traicionarla’.».
– ¿Cómo calificas al régimen chileno tras tu visita?
«El Estado chileno es racista, trafica con empresas capitalistas a las que vende las tierras mapuche. Es un Estado fuertemente colonial y no solamente con los mapuche. De hecho, ni siquiera se menciona que existen afro-chilenos en el norte del país, a quienes tienen invisibilizados. No lo hablan ni los mapuche. He encontrado jóvenes en prisión que se declaran no racistas, pero no estiman que sea un problema la invisibilización de los afrodescendientes chilenos. Esto me lleva a pensar que existe un racismo estructural institucionalizado importante. Y lo que subyace, ya no sólo en el Estado chileno, sino que en muchos Estados del mundo, es la creencia de que la sociedad está dividida entre los seres humanos y los no-seres humanos. Por tanto, estoy convencida de que sólo la fuerza de los pueblos tiene en sus manos la tarea de superar las relaciones de colonialidad imperantes.»
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