Por Félix Madariaga
En medio de la crisis provocada por las denuncias de violación contra el ahora ex Subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, resultados electorales negativos para el conglomerado de izquierda y una crisis de confianza generalizada que mantiene al gobierno de Gabriel Boric buscando una salida, por lo menos, digna, pasaron casi inadvertidas las declaraciones hechas – a principios de octubre – por el embajador de Ucrania en Chile, Yurii Diudin, en las que señaló que con el canciller chileno, Alberto van Klaveren, han conversado sobre la posibilidad de que el Presidente Boric visite Ucrania el próximo año, quien estaría muy interesado de ir.
Cito textual: “Me dicen que sí, que él estaría interesado. Ahora, de concreto, todavía no tenemos nada. Nuestro presidente Volodimir Zelensky quiere hacer una cumbre con varios líderes de la región latinoamericana y se pensaba hacerlo en Nueva York o en algún otro lugar. Y posiblemente se va a hacer el próximo año en Ucrania, ahí es donde vamos a invitar a varios líderes, no solo el Presidente Boric. Por supuesto que él siempre está bienvenido a Ucrania, en cualquier momento, por la visita bilateral, pero también queremos tener una cobertura más amplia”.
Como ya es sabido, desde que estalló el conflicto entre Ucrania y Rusia, en febrero de 2022, el presidente Boric no ha logrado mantener una postura neutral, y desde un comienzo ha inclinado su balanza hacia Ucrania, sosteniendo una buena relación con Zelensky desde sus primeros contactos telefónicos. Casi romántico, pero las guerras no tienen nada de romántico, son conflictos crueles, desgastantes, e injustos para los civiles, que se convierten en víctimas sean del lado que sean.
¿Ambigüedad, intereses o buenas intenciones?
Y entonces las preguntas surgen espontáneas, ¿qué hay detrás de este anuncio?, ¿qué busca Chile?, ¿qué quiere Ucrania? Nos hemos ido enterando a través de la prensa del apoyo que nuestras autoridades han entregado a Ucrania desde el inicio del conflicto, que hasta agosto de 2023 se habría concretado en 3 paquetes de ayuda humanitaria financiera (en marzo de 2022 por un monto de US$100.000 a través de la Federación Internacional de la Cruz Roja; en junio de 2022 por US$150.000 a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados y en agosto de 2023 de US$200.000 a través del Fondo Chile Contra el Hambre y la Pobreza).
No nos molesta la ayuda humanitaria, al contrario, estamos convencidos que los civiles no deben pagar el costo de los conflictos militares; pero en Chile residen cerca de 400 ucranianos, principalmente mujeres casadas con chilenos. No somos cercanos, al contrario, nos separan casi 14.000 kilómetros, no compartimos idioma ni religión, ni tenemos lazos culturales profundos; y, sin embargo, la ayuda – por el momento no de carácter militar – ha estado presente, no sólo financieramente, también en los foros y cumbres internacionales.
No hay una mirada objetiva, nuestras autoridades han tomado una decisión unilateral en la que no fuimos considerados, así parece funcionar nuestra política exterior. Por qué tanta cercanía con uno de los países en conflicto, por qué uno se convirtió en el bueno y el otro fue condenado tajantemente. Parece que nos hemos olvidado de nuestra propia historia, y las recientes firmas con el Comando Sur de Estados Unidos – en las que participó la nieta de Salvador Allende, la ministra de defensa Maya Fernández – nos dan algunas luces de que seguimos siendo aliados de la misma potencia que apoyó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Golpe de Estado que no deja de dolerle a este humilde pueblo con sueños rotos de democracia e igualdad.
No compartimos la postura del presidente Boric, no nos gusta el camino que ha tomado, ya fuimos por largos años el patio trasero de Estados Unidos y no queremos volver a serlo, ni de Estados Unidos ni de la OTAN. ¿Dónde quedó su postura antifascista, de izquierda, pro mapuche, octubrista, como la que alzaba cuando era presidente de la FECH o Diputado de la República, qué paso presidente? Hoy lo vemos timorato, haciendo alianzas y gobernando con sectores que nos parece lo tienen cuestionado y secuestrado con un estrecho arco de maniobra.
A 51 años del golpe de Estado elude la complicidad de Estados Unidos, la que hizo «reventar la economía chilena», la que dejó una estela de sangre en los campos, en las grandes ciudades, en nuestro norte pampino y salitrero, en nuestro mar testigo mudo de los cadáveres que los militares arrojaron desde sus helicópteros a nuestro océano Pacífico. Dónde está el Gabriel Boric que iba a liberar a los presos de la revuelta, y que perseguiría a los culpables, afirmando que “a quienes sean responsables los vamos a perseguir nacional e internacionalmente, con todas las vías de la ley, así que señor Piñera, está avisado”, palabras que suavizó durante el funeral del ex presidente, afirmando que “durante su gobierno, las querellas y recriminaciones fueron en ocasiones más allá de lo justo y razonable”.
Y así hoy lo vemos dándose apretones de manos con Zelensky y haciéndole guiños a la OTAN, haciéndonos cómplices involuntarios de una posición que a miles de chilenos y chilenas no nos representa. Mucho más cercanos nos sentimos al dolor del pueblo palestino que desde hace un año está siendo aniquilado por Israel.
Visitas poco deseadas
A propósito de promotores de la guerra y de sectores organizados – minoritarios – que no representan el sentir de los chilenos, queremos recordar también el breve viaje, del pasado 17 de octubre, de Boris Johnson a Chile, para participar en el XII Seminario Picton – El Mercurio. Estamos hablando del ex primer ministro del Reino Unido, quien fue acusado de boicotear – apenas iniciado el conflicto – la posibilidad de firmar un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, defendiendo como un paladín los intereses de occidente y el imperialismo. En su conferencia, a puertas cerradas, se refirió a Rusia, Ucrania, Estados Unidos y China.
Me imagino que en ésta como en otras ocasiones en que se ha analizado el conflicto entre Rusia y Ucrania, sólo participó un sector, manteniendo la política unilateral que no promueve el diálogo y la participación. Lo ignoro, pero no creo hayan sido invitados a este evento personeros de la Embajada rusa en Chile. Sí, sorpresa, también tenemos Embajada de la Federación Rusa en Chile – relaciones que fueron interrumpidas luego del golpe de Estado y fueron restauradas el 11 de marzo de 1990 – pero en un país que parece decidido a seguir los mandatos de las potencias occidentales, es natural que dicte conferencia ese Johnson que le sugirió a Zelenski continuar con la guerra y boicoteó un acuerdo de paz, ofreciéndole ayuda económica, tecnológica y militar contra el gran enemigo, convirtiéndolo en el responsable de los más de miles de muertos y heridos. Sí, más de mil muertos pesan en la conciencia de ese ex primer ministro que en su viaje tuvo el tiempo de visitar a la familia de Sebastián Piñera y recorrer en bicicleta Rapa Nui.
A propósito de viajes, también nos enteramos a través del canciller van Klaveren, que en su agenda 2025 el presidente Boric proyecta visitar la India, con el objetivo de potenciar las relaciones económicas y diplomáticas entre ambos países. La prioridad País parece ser el desarrollo comercial a través de alianzas público-privadas, y en ese contexto nos podemos explicar también el Acuerdo Marco Avanzado con la UE, cuyo análisis daría para otro artículo.
No entendemos la elección del socio. India forma parte del BRICS (es uno de los países fundadores) y es un socio histórico de la URSS y luego de la Federación Rusa, además de ser uno de los principales promotores de una solución pacífica al conflicto. Nos cuesta entender la lógica de la política exterior de Chile, por un lado, se declara aliado de Ucrania y por otro, busca hacer negocios con India. Una ambigüedad que creemos nuevamente no dará los resultados esperados. Una verdadera asociación bilateral necesita, además de acuerdos comerciales beneficiosos para los socios, una base común de principios y visiones.
En tanto, el conflicto continúa y entra de lleno en una nueva etapa que aumenta las dificultades para una Ucrania cada vez más sola. Estados Unidos enfrenta unas duras elecciones presidenciales y sus socios de la OTAN, sacan cuentas no felices del costo de la guerra y buscan impulsar una solución negociada del conflicto. A casi tres años, hay enormes bajas humanas – tanto civiles como militares – territorios e infraestructura destruidos. Frente a la intransigencia de Zelensky, que con su “plan de victoria”, busca nuevos recursos y apoyos, mientras nosotros, los humildes, la sociedad civil, nos quedamos con la esperanza de la paz, nos quedamos con los principios de neutralidad, con el diálogo entre las partes y con la eficiencia que debería tener la diplomacia internacional y por eso les compartimos las palabras – que nos parecen sinceras – del Embajador de la Federación Rusa en Chile, Sergei N. Koshkin, en junio de 2023: “Contestando la pregunta que siempre me hace la gente sensata, partidaria de poner fin a las hostilidades. Es sobre la posibilidad de la búsqueda de una solución política negociada. La misma llamada al diálogo y las negociaciones la hizo la Cancillería chilena en su declaración reciente. La respuesta es que la Parte Rusa ha estado y sigue estando dispuesta a negociar. Y en el mes de marzo del año pasado en Estambul estuvimos cerca de un acuerdo, pero a Kiev no le permitieron hacer eso. Para negociar hay que tener un interlocutor que parte de verdaderos intereses nacionales y, además, tenga la voluntad y capacidad de tomar decisiones. Y no es el caso de los dirigentes de Kiev. Los que toman decisiones están afuera y no están interesados en una solución pacífica del conflicto, sino en prolongarlo al máximo combatiendo hasta «el último ucraniano».
Fuentes:
https://chile.mid.ru/es/rusia-chile/relaciones_ruso-chilenas_hoy
https://www.df.cl/internacional/politica/trump-culpa-a-zelenski-de-comenzar-la-guerra-con-rusia