por Camilo Katari
Dirigentes cívicos de la ciudad de El Alto fueron detenidos por la policía boliviana, acusados de “bloquear”. Por supuesto no hubo ninguna fotografía u otra evidencia de este “bloqueo”, lo perverso del tema radica en la forma que se intentaba presentar a los detenidos.
Acostumbrado a quebrar los derechos humanos, el ministro de Gobierno pretendía crear la imagen de feroces terroristas, seguramente acompañado de algunos truculentos argumentos para demostrar su afirmación. Esta práctica es muy similar a la que se implementó durante la dictadura de Hugo Banzer, cuando “Un comunicado de las FF.AA. afirmaba que los muertos en Cochabamba no son campesinos sino extremistas» y agregaba además que «la identificación de los muertos establece que éstos no son campesinos quechuas del Valle de Cochabambino sino ‘extremistas’». Sin embargo, todas las fotografías que se pudieron tomar de los campesinos muertos prueban fehacientemente que eran verdaderos campesinos quechuas del Valle. Lo mismo se llega a establecer analizando los apellidos tanto de los muertos como de los heridos y presos.
¿Cómo es posible que en una democracia se repitan los hechos de la dictadura? La única explicación posible es que no estamos viviendo en un Estado democrático, sino en un forma de gobierno que ha cooptado a los demás poderes o quitado las atribuciones constitucionales como lo hizo con el Parlamento, y en esta forma de gobierno se anulan los derechos de gestión autónoma como es el caso de las diferentes Confederaciones y Federaciones sindicales de los pueblos indígenas originarios campesinos e interculturales, cuyas sedes sindicales han sido sitiadas por la policía, hecho inédito en la democracia boliviana y solamente practicada en las dictaduras.
Permitir acciones antidemocráticas por parte de organizaciones con una lucha histórica por los derechos sindicales como la Central Obrera Boliviana (COB), es la clara señal de la traición a todas las resoluciones, Estatutos y objetivos del movimiento obrero y popular de Bolivia, pero lo más dramático es la pasividad de las llamadas “bases” que domesticadas por sus dirigencia no atinan a tomar el destino de su organización en sus manos. La deslucida imagen de los trabajadores mineros no es ni la sombra difusa de la gloriosa Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), que era el faro orientador del movimiento obrero y popular en Bolivia y principal actor en la resistencia a las dictaduras y los abusos de los gobiernos democráticos.
Los días de gloria de la COB, hoy son solo un recuerdo añorado por jubilados mal pagados y que fueron esas “masas” combatientes en duras jornadas, por ejemplo, contra la implementación de las medidas neoliberales.
Las prácticas dictatoriales del gobierno, el debilitamiento del movimiento popular organizado en la COB, es una extraña coincidencia cuya explicación se encuentra en el país del norte, en las oficinas que durante años han soñado con anular la fuerza popular boliviana y sus organizaciones. Entonces nos rectificamos, no son coincidencias, son hechos planificados e implementados con la complicidad de algunos autodenominados “izquierdistas” o “socialistas” cuando en realidad son agentes encubiertos del poder imperial.
¿Qué le queda al pueblo? La auto-organización, como en los días de resistencia al golpe del año 2019, el fortalecimiento de las organizaciones genuinas que están en los caminos, en las calles. Decía el Che: “Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla.” Tenemos la gran posibilidad histórica de reencontrarnos con la agenda de octubre del año 2003, para continuar con las necesarias transformaciones del Estado colonial, su burocracia y sus métodos dictatoriales.