Por: José Llorenti
¿Quién será el Milei boliviano? Dijeron quienes estaban buscando a su Bolsonaro y no lo encontraron y después a un Bukele y tampoco lo encontraron, y ahora buscan a su Milei…probablemente tampoco lo encuentren.
Esto habla muy mal de la oposición boliviana, desde hace muchos años viene buscando un liderazgo que aglutine a la gente y que encante con su carisma y con sus ideas a la población copiando modelos del exterior, sin ver a su propio país, donde, quizás, existan otros liderazgos de nueva derecha que puedan destacar con originalidad que no pertenezcan a las viejas roscas heredadas del neoliberalismo de finales de los 90s, el último intento de repetir el neoliberalismo fue Carlos Mesa y el mal llamado gobierno de transición de Jeanine Añez que terminó escalando posiciones hasta encontrarse entre los peores gobiernos de la historia en Bolivia.
De todas maneras, en este artículo considero más importante mencionar, antes que buscar nombres de posibles candidatos a ser el “nuevo Milei”, ese trabajo ya se ocupan los medios de comunicación, el ver las condiciones y las similitudes que tienen esos liderazgos populistas de derecha, y ver si en Bolivia existen las condiciones para que algo así se presente, o si, al contrario, es más bien un manojo de “buenas intenciones” por parte de la ultraderecha regional y nacional encontrar a su propio “Milei”.
Afines a la violencia y las dictaduras militares
Veamos lo siguiente: tenemos a Kast en Chile, Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Fujimori en Perú, Hernández en Colombia, cada uno con sus propias particularidades y necesidades, no obstante, con algunas similitudes. Por ejemplo, tanto Milei como Kast y Bolsonaro (y en sus contextos Hernández y Fujimori), son relativistas del daño de las dictaduras militares en América Latina en la segunda mitad del siglo XX, Bolsonaro fue un militar que gobernó de manera civil para militares lavando la cara de las dictaduras militares, Kast expresó en varias ocasiones su simpatía con Pinochet, de la misma manera, Milei relativizó la existencia de los 30 mil desaparecidos en Argentina, y su vicepresidenta directamente defendió a las dictaduras militares y sus violaciones a los derechos humanos, etc.
¿Esta característica de los liderazgos populistas de ultraderecha en la región se presenta en Bolivia? Es decir, ¿existe algún líder político boliviano que trate de hablar bien de las dictaduras y que relativice las masacres en el país? Seguramente se podrá encontrar alguna que otra persona que añore volver a la dictadura de Banzer o de García Meza (¡Válgame!) o que esté de acuerdo con la masacres el año 2003 o del año 2019, empero, es muy difícil encontrar alguien así, y peor de cara al año 2025 donde el tiempo es corto; ni los sectores más reaccionarios del país podrían salir en defensa de las masacres realizadas por Gonzalo Sánchez de Lozada y relativizar la cifra de 70 muertos o decir que fueron solo 20, o decir que las masacres de Senkata y Sacaba en realidad no existieron, aunque, algunos radicales busquen subterfugios al tratar de decir que “se mataron entre sí”, es muy difícil que un argumento de esta naturaleza logre ser una buena forma de hacer campaña electoral en el país.
Partiendo de ese criterio, ya es difícil pensar un “Milei Boliviano”, al menos que consideres de verdad relativizar las muertes y las masacres en este país en contra de la población civil y ganar una elección con ello.
Crisis económica
Algunos analistas aseveraron que la ultraderecha es producto de una crisis económica, lo que tiende ser un criterio limitado, por ejemplo, Bolsonaro -un diputado periférico de 16 años en el parlamento brasilero- no ganó las elecciones en su país con una crisis económica aguda, quizás con algunas dificultades, pero nada que se aproxime a una crisis, de la misma manera, los votos de Kast o Fujimori en sus respectivos países no son precisamente (donde perdieron por pocos puntos porcentuales contra sus rivales progresistas) producto de una crisis económica, al contrario, fueron producto de una crisis política-institucional de sus propias derechas internas que ya no respondían a las demandas sociales y que fueron colapsadas por el neoliberalismo, lo que les permitió obtener altas votaciones en las elecciones pero perderlas, tanto con Boric como con Castillo en Chile y Perú respectivamente.
Si vemos el caso particular de Milei, si se puede deducir a simple vista que su victoria se debió a la crisis económica argentina, lo que en lugar de corroborar la hipótesis de que es la crisis económica la creadora de movimiento populistas de ultra derecha, es más bien solo uno de los tantos factores que la pueden producir.
En El Salvador el caso Bukele es mucho más particular, eficiente y hasta motivante que sus pares en la región, no fue la crisis económica la que lo llevó al poder, sino una crisis política, social y de seguridad que lo arrimó hasta convertirse en casi un libertador en su país (el último personaje en América Latina que tuvo probablemente un 90% de aprobación fue Simón Bolívar, decían los analistas en forma hilarante). Bukele viene de una realidad en Centroamérica diferente a la de Sudamérica, por los grados de violencia e inseguridad que primaban en su país, y la poca respuesta de sectores de izquierda y de derecha a las necesidades de su gente. Bukele es un caso particular, mucho más posible entenderlo con los nuevos movimientos nacionalistas en otras latitudes, como en India o Rusia, y no tanto, con lo que sucede en Sudamérica.
Volviendo al tema de las causas de su poder y de su popularidad de los sectores de ultraderecha, se puede decir, a grandes rasgos, que no es la crisis económica el común denominador para que estos movimientos de ultra derecha crezcan y que sus ideas sean consideradas en la población, sino algún tipo de crisis característica de cada país que pueda originar molestia social.
En este sentido, nos preguntamos: ¿existe una crisis económica, política o institucional que pueda crear los márgenes de posibilidad para un “Milei Boliviano”?
En Bolivia hay una crisis política, oxigenada por la división en el MAS-IPSP y la falta de una oposición con ideas, programas políticos y un horizonte de país. Esta crisis política se manifiesta, por ejemplo, con el actuar de la Asamblea Legislativa Plurinacional que busca acentuar la crisis política trabando leyes propuestas desde el Ejecutivo y provocar una crisis económica que inevitablemente desemboque en una crisis social. Además de la posible caída de Evo Morales, en tanto liderazgo político. No se puede hablar -por más que mucho así lo quieran- de una crisis económica o social en el país profunda. Pero si de una incertidumbre en la población provocada por esta crisis política que puede crecer o detenerse en los siguientes meses.
Juventud, clase media y la teoría del valor
Milei es un hombre formado en las escuelas libertarias de la economía, que tiene influencia explícita de la Escuela Austriaca de la economía, la cual, en el fondo, fuera de múltiples argumentos que maneja para oponerse al estatismo y al colectivismo y otros, tiene como pivote epistemológico: el concepto de la teoría subjetiva del valor o valor-utilidad. Veamos de que se trata esto:
La idea principal de esta corriente ideológica es que el valor de una mercancía deriva de su utilidad, es decir, que no existe una teoría del valor objetiva (tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía), sino más bien que el valor de algo proviene de su relación con el individuo y de lo que éste quiere y necesita. Citemos a Carl Menger, conocido autor de la economía austríaca: “el valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no con los bienes en sí mismos”.
En esta teoría, quien decide el valor de algo, (después transfigurado en utilidad-precio), es el consumidor, por eso se denominada “teoría subjetiva del valor”, y atacan directamente al corazón de la economía clásica (Smith, Ricardo y Marx), quienes afirmaban que el valor de una mercancía provenía del trabajador y la cantidad de horas de trabajo que tarda una mercancía en realizarse (teoría objetiva del valor).
No ingresaremos en las críticas económicas que derivan de este debate decimonónico, lo que queremos ver en este breve articulo es los impactos políticos de esto.
Continuemos:
La teoría del valor-trabajo nace del productor hacia el consumidor, es el trabajo el que determina el valor de una mercancía -como acabamos de mencionarlo-, y mientras más trabajo socialmente e históricamente necesario tiene una mercancía, ésta tiene más valor; en este sentido los gobiernos de izquierda o progresistas que se rescatan como parte de esta corriente ideológica, hacen todo lo posible para mejorar las condiciones de trabajo del trabajador al ser éste el que produce más sustancia valor, o dan mayor importancia a los sectores trabajadores de la sociedad mejorando sus salarios, prestaciones o acceso a servicios básicos, etc. Al contrario, los gobiernos que se denominan de derecha o ultraderecha, o liberales, hacen hincapié en el capital, y no en el trabajo, por lo cual, defienden precisamente al capital en desmedro del trabajo, o en términos políticos, al empresario o burgués en desmedro del obrero o el trabajador. Para el burgués la teoría del valor objetiva no es cómoda, porque -obviamente- significa mejorar las condiciones de vida del trabajador, pero la teoría subjetiva del valor, la que hace fuerza en la escasez y en la subjetividad como creación de valor-precio, es la teoría que necesitan para incrementar sus ganancias.
En América Latina en estos último 20 años, varios gobiernos progresistas o populares mejoraron las condiciones de vida de los trabajadores, provocando una mayor incorporación al mercado y a otro tipo de consumos que en el pasado les eran negados, empero, al ser gobiernos reformistas, las limitaciones se expresaron en que el trabajador que se convertía en “clase media”, aumentaba su capacidad de consumo y su calidad de vida, y empezaba a sentirse “fuera” de la clase social de la que provenía, aburguesamiento dicen los marxistas clásicos, votando después por sus “enemigos” de clase.
Fue así, si vale la expresión, que estos sectores populares, que ingresaron a las esferas del consumo de clase media transfiguraron sus necesidades y dejaron de sentirse parte de la “teoría objetiva del valor”, y empezaron a pensar en “la teoría subjetiva del valor”, encontrando en personas como Milei su ideal teórico.
Por lo cual se invirtieron los roles, ya no era la producción, en tanto creación de valor-trabajo, la que constituía a los sujetos sociales, sino el consumo y la teoría subjetiva del valor, por lo cual se empezó a considerar (o los trabajadores empezaron a considerar) que el valor de las cosas lo daba cada uno, en tanto individuo abstracto, y que es el consumo y la satisfacción individual del consumo de los bienes lo constitutivo como sujetos.
Este cambio de la producción como creadora del valor al consumo como creador de valor, o el paso de la economía clásica a la Escuela Austriaca, creó las condiciones propicias para que estos sectores trabajadores, en otrora revolucionarios o reformistas y progresistas, se convirtieran en restauradores y apoyen a movimiento libertarios que atentan contra sus propios intereses. El ejemplo de Brasil es evidente al respecto.
A este viraje epistémico, se añade el hecho de que la clase media empezó a sentirse ajena a los gobiernos populares, aunque estos le hayan permitido comprarse un carro o una casa o viajar al exterior, y terminen decantándose por gobierno reaccionarios. Este efecto se vio más reflejado en la juventud, que no solo se vio reflejada en los liderazgos de ultraderecha, sino que al no tener ni la memoria de las luchas sociales y las resistencias al neoliberalismo, no tienen un interés real en preservar el presente y arriesgan a tomar decisiones en favor de estas corrientes.
Si deseas construir un Milei boliviano, o si deseas evitarlo entender esto es ineludible.
Individualismo metodológico
Otro aspecto a tomar en cuenta en relación entre lo colectivo y lo individual. En épocas de disgregación social, los individuos como los sectores sociales cambian los “grandes relatos” por lo inmediato, por ejemplo, sectores obreros o campesinos, en lugar de pensar en tomar el poder y realizar reformas estructurales, se dedican a pequeñas y tibias reformas que mejoren su necesidades más inmediatas, es precisamente en estas épocas que el individualismo metodológico o el análisis social a partir del individuo empieza a tomar realce, tenemos por ejemplo, la petrificada frase de Margaret Thatcher al respecto: “no existe la sociedad, solo los individuos”, líder preferida de Javier Milei. Thatcher con esta frase sintetiza lo que busca la teoría del valor subjetiva y el liberalismo en general: aislar al individuo de su comunidad y entorno y eliminar cualquier teoría comunitarista o comunitaria que pueda provocar la construcción de “grandes relatos”.
En Bolivia, y eso deben tenerlo claro los “futuros asesores del Milei Boliviano”, sea quien sea y si quieren hacerlo bien, las épocas de disgregación social (como la actual), permiten la llegada de gobiernos restauradores o reaccionarios o incluso ciclos políticos enteros de reacción como el denominado neoliberalismo 80-90. Pero también, son las épocas premonitorias -debido a la pauperización de las condiciones sociales y la destrucción de lo público- para nuevos levantamientos sociales. Es una relación dialéctica característica del país, son -en términos marxistas zavaletiano- épocas de acumulación social y de acumulación en el seno de clase.
Matriz colonial o sociedad racializada
Bolivia, a diferencia de Brasil o Argentina donde triunfó la ultraderecha, y de Chile o Colombia donde perdió por pocos puntos porcentuales, es una sociedad con una matriz colonial que dividió el país de manera racializada. Esto quiere decir, que el país construyó determinados roles históricamente que fueron heredados y que configuraron las relaciones de poder y las relaciones de producción en el país. Oficios para indios, oficios para blancos, lugares políticos para indios, lugares políticos para blancos, lugares en el proceso de producción para indios y lugares de producción para blancos, educación para indios y educación para blancos, etc., etc.
Aunque, actualmente, mucho de esto cambió, la matriz racista y colonial continúa latente.
De esta manera, la creación de un Milei boliviano, o algo parecido, inevitablemente hace pensar que será un hombre blanco, porque, para estos sectores racistas, el liberalismo no es cosa de indios, el indio es la comunidad y el sindicato, o el comercio informal y las actividades fuera de norma, el liberal -el individuo por encima de la sociedad- no puede ser un indio, ¿o ustedes creen que estos círculos de aristócratas liberales blancos aceptarían que los vanguardice un indio por más liberal que sea? ¿un Milei indio?
Fin
Con este breve texto, hemos tratado de crear una guía para crear al Milei boliviano, y que éste pueda responder a las necesidades de quienes quieran crearlo, sin embargo, espero que después de leerlo, quienes buscan crearlo se den cuenta, que es mejor no hacerlo…como dicen por ahí: ahora que saben cómo hacerlo, no lo hagan.