por Félix Madariaga
Hay nombres que son imborrables, hay nombres que son parte de nuestra memoria, hay nombres que nos hablan del valor de algunos hombres y de la traición de la que otros hombres son capaces. Hay nombres que renacen en el tiempo, hay nombres que se reencuentran en el tiempo y construyen nuestra historia. Esta es la historia de un general y su bisnieta.
René Schneider
El próximo 22 de octubre se cumplirán 54 años del asesinato del general del ejército y comandante en jefe de las fuerzas armadas René Schneider Chereu, asesinato que tuvo como objetivo provocar a las fuerzas armadas para que hicieran un golpe de Estado que evitara la llegada a la presidencia de Salvador Allende, que asumiría el mando de Chile el 4 de noviembre de 1970, pero algo salió mal. Un secuestro se convirtió en un asesinato y cambió, quizás, el destino de nuestro país.
El general tenía 56 años cuando un comando de civiles, hijos de la alta burguesía chilena, intentó secuestrarlo en las calles Martín de Zamora con Américo Vespucio en la comuna de Las Condes, a las 8.19 de la mañana. En principio, la operación ordenada por Richard Nixon y Henry Kissinger, a través de su agencia de inteligencia en Santiago, era secuestrarlo, y para lograrlo pagaron sustanciosamente a dos generales: Roberto Viaux y Camilo Valenzuela quienes fueron los encargados de preparar un grupo paramilitar para perpetrar el delito. Pero sus planes se truncaron ante la respuesta del valiente general que los enfrentó, lo que significó su muerte, después de agonizar por tres días en el Hospital Militar.
Sin dudas el asesinato de Schneider es un crimen histórico de Estados Unidos en Chile, tráfico de armas y dinero. Él fue asesinado por su defensa a la Constitución con la conocida “Doctrina Schneider”, y éste fue uno de los primeros ataques que llevarían al quiebre de la democracia en Chile.
Civiles y militares, bajo el auspicio de Estados Unidos, frente al miedo al cambio que representaba Salvador Allende, frente al miedo de perder sus privilegios, frente al miedo de mirar a los ojos a un pueblo, conspiraron para mantener el poder – que aún hoy creen suyo. La gran culpa del General fue ser un hombre de principios.
Los asesinos y conspiradores pertenecían a distintos sectores de la sociedad chilena, empresarios, militares, ultraderechistas y lumpen. Algunos de ellos fueron juzgados, otros fallecieron y otros viven tranquilamente en nuestro país, manejando empresas y disfrutando de una vejez tranquila que al general no le permitieron.
En el grupo de los empresarios se encontraba Julio Bouchon, que en 1972 fue condenado a 3 años y un día de prisión como cómplice del secuestro – hoy maneja varias viñas de su propiedad, posee dos aviones, un Beechcraft Bonanza y un Piper Azteca, es Secretario del Club de Polo y Equitación San Cristóbal, criador de caballos belgas, propietario de los fundos Los Lagos, Chorrillos, Colchagua, Cañadilla y tesorero del Old Grangonian Club.
Junto a él, fueron condenados como cómplices Fernando Yarur Huerta, Raúl Igualt Ossa, Jorge Lagos Carrasco, Sergio Toperberg Volosky y León Cosmelli Pereira, en la época estudiante universitario, actualmente figura en las listas de financistas del Partido Republicano. Cosmelli y Jaime Melgoza Garay dispararon al general; Viaux fue condenado a 20 años, pero se le rebajo la pena y fue relegado a Paraguay; Juan Luis Bulnes y Diego Izquierdo, escaparon de Chile y de su condena, en 1977 fueron indultados por Pinochet.
El único que cumplió condena fue Jaime Melgoza (9 años), el general Alfredo Canales fue nombrado embajador en el Líbano y muchos de los que participaron en el atentado ¨colaboraron con la dictadura, como Guido Poli, quien trabajó en el Ejército hasta 1999 llegando a ocupar el cargo de auditor general. Fue consejero legal de la DINA. Al menos diez de ellos trabajaron en la DINA, como Enrique Arancibia Clavel y Nicolas Díaz Pacheco, fueron integrantes del grupo que asesinó al general Carlos Prats y a su esposa en Buenos Aires, en 1974¨.
Emilia Schneider, la bisnieta
26 años más tarde – el 23 de octubre de 1996 – nacía en Santiago Emilia Schneider Videla, bisnieta del general. Dirigente estudiantil, activista por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y por la equiparación de los derechos de las minorías sexuales, fue la primera mujer transgénero en ser elegida diputada de Chile en 2021.
Cincuenta años más tarde, la diputada también se encuentra en primera línea en un Chile que debería ser muy distinto al que su bisabuelo tuvo que enfrentar. Sin embargo, el odio, la irracionalidad y el miedo al cambio siguen presentes en un país que poco ha aprendido de las lecciones que la historia le ha querido dar.
Sin hacer caso a la persona, ha recibido constantes ataques desde una derecha intransigente y cínica – esa que no aprueba el divorcio, pero se divorcia a conveniencia – y desde el fanatismo religioso de un pastor sin rebaño, que en las puertas del Congreso intenta con sus gritos imponer dónde está el bien y dónde está el mal.
¿Y cómo responde la diputada? Resiste, se enfrenta, debate, se expone – sin miedo, creemos – en base a principios e ideales, y eso, eso la hace valiente, como valiente fue su bisabuelo. Adelante ha llevado proyectos de leyes transversales, desde la protección de los niños y los adultos mayores, a la protección de los derechos de las minorías sexuales hasta la desmonumentalización de símbolos y objetos alusivos a la dictadura civil y militar que gobernó Chile entre 1973 y 1990. Y podríamos no estar de acuerdo, y podrían no ser nuestras prioridades, pero aplaudimos su voz, que no es un susurro, es el grito de miles que han sido y siguen siendo excluidos en esta sociedad machista, intolerante y conservadora.
Y sí, nos recuerda a su bisabuelo, al que no conoció, pero nos imaginamos cómo en la intimidad de su familia se transmitieron valores que no se transan. Ambos valientes en dos momentos distintos. Él enfrentando a sus camaradas traidores y la intervención estadounidense, manteniendo firme su posición y el principio de no injerencia de la Fuerzas Armada, lo que le costó la vida. Ella abriendo las puertas a las diversidades, a temas incómodos que nos obligan a reflexionar y a hacernos cargo de que no somos el país moderno y pluralista que creíamos ser.
Aunque muchos de los responsables del asesinato del general Schneider fueron juzgados, muchos otros huyeron de Chile, pagaron pequeñas penas, fueron indultados y siguieron viviendo tranquilamente en este país de corta memoria.
Al unísono, pretendemos exaltar la figura de un general que fue consecuente con el mandato que le otorga el Estado y que es defender el poder político de turno, no corromperse ni ponerse al servicio de otros países, y lo que es más importante mantener el honor y no manchar el uniforme de José Miguel Carrera, el uniforme patriota de nuestros libertadores. Que las nuevas generaciones de cadetes aprendan de él y no de los que traicionaron a su propio pueblo por un puñado de dólares y que se transformaron en vulgares mercenarios.
Así como el gobierno norteamericano le entregó dinero a civiles como Agustín Edwards, también quisiéramos que un día desclasifiquen archivos en donde nos cuenten cuánto dinero y protección recibieron los asesinos y conspiradores que hoy gozan en Chile de grandes fortunas y propiedades, lo que les permite vivir tranquilos y envejeciendo sin pagar por sus crímenes.
Fuentes:
https://www.centroexil.org/media/contents/actualidad/222_octubre_2020_digital.pdf